Crónica: Roberto Isa / Fotos: Carolina Bert
El legendario guitarrista tocó en su formato solista ante un estadio colmado, presentando su último disco y repasando diversos momentos de su carrera.
Habiendo lanzado recientemente “4”, el cuarto álbum que lo encuentra trabajando formalmente junto al cantante Myles Kennedy y The conspirators, la agrupación que reúne al bajista Todd Kerns, el baterista Brent Fitz y el guitarrista rítmico Frank Sidoris, Slash se embarcó en un tour mundial que lo trajo nuevamente a la Argentina, territorio donde juega de local, como quedó nuevamente demostrado.
La intensa lluvia del viernes en la Ciudad de Buenos Aires hacía que los asistentes se alegraran de que el recinto elegido para el show sea el Movistar Arena, techado y moderno, lugar apropiado para disfrutar del evento con garantías totales. Adelantándose unos minutos al horario pautado de las 21 horas, Slash y los suyos salieron al escenario con “The River is Rising”, la bomba que abre su último disco, y cuyos riffs se encuentran entre los más pesados del catalogo del guitarrista. Los dos anteriores álbumes de Slash encuentran inmediata representación con “Driving Rain”, de “Living the Dream”, y con “Halo”, del hitero “Apocalyptic Love”, de 2012. La primera gran explosión del publico llegó con “Back From Cali”, editado en la primera incursión solista de Slash, “Slash & Friends”, aquel disco con un selecto grupo de invitados que incluyó el primer trabajo en conjunto con Myles Kennedy, quien le diera voz a la canción.
Sobre el cantante, además de su prodigiosa y cuidada voz, a la que es imposible encontrarle salidas de tono, también se destaca su carisma escénico. Sin estridencias y consciente de su lugar secundario, Myles saluda, arenga a los espectadores y agradece una y otra vez por la devoción mostrada desde las gradas, como en las baladas “Bent to Fly” y “Starlight”. Otro que se destaca es el bajista Todd Kerns, dueño de habilidades vocales que lo podrían ubicar como la voz principal de cualquier banda, y que lo ayudan a tomar el micrófono primario en temas de registros tan variados como “Always On The Run”, la colaboración de Slash con su amigo Lenny Kravitz, “Doctor Alibi”, cantado originalmente por el inmortal Lemmy Kilmister o “Don’t Damn Me”, el tema de Guns N’ Roses elegido por la banda para esta gira y que hizo entrar en ebullición al campo del Movistar Arena.
Claro que a quien todos vinieron a ver es al guitarrista de galera y melena. Y Slash, conocedor de su lugar de estrellato, le regala a la audiencia sus mejores solos, algunos de ellos en versiones extendidas, como en “Wicked Stone”, del excelente “World on Fire”, de 2015, acompañados todos ellos de sus característicos movimientos y poses para tocarlos, que lo convirtieron en un ícono global de la música. Recientemente, Slash cortó su vínculo con Marshall, la histórica marca de amplificadores que lo tuvo durante décadas como uno de sus principales embajadores. La empresa elegida para su reemplazo fue Magnatone, marca estadounidense especializada en tonos bluseros, y que a juzgar por lo escuchado en la noche del viernes hizo un excelente trabajo para mantener el consagrado sonido de Slash, un sello distintivo dentro del mundo del rock. Claro que lo que no cambió fue la predilección de Slash por las Gibson Les Paul, aunque en esta ocasión se lo vio cambiar de modelos de guitarra en varias ocasiones, utilizando algunas Flying V y hasta una Explorer (siempre dentro de la escudería Gibson) para “Speed Parade”, el único tema presente de Slash’s Snakepit, siendo estas variaciones toda una rareza no mucho tiempo atrás.
Luego de las potentes “You’re a Lie” y “World on Fire” y el amague de rigor, llegaba el turno de los bises, inaugurados con “Rocket Man”, cover de Elton John, para cerrar la noche con “Anastasia”, sin dudas el gran clásico de la faceta solista de Slash. El tema lo tiene todo: una introducción acústica, riffs de tintes neoclásicos, melodía y estribillos gancheros, y, claro está, grandes solos a cargo de Slash, que se luce haciéndolos durar más de lo establecido. El público, exultante, celebra el virtuosismo del ídolo, que vino al país nuevamente a ofrecer una gran fiesta rockera, y a juzgar por los rostros felices de los asistentes luego de las 2 horas y media de show, se puede asegurar que la misión fue cumplida.