Crónica: Roberto Isa / Fotos: Matt Martinez

La banda estadounidense volvió a nuestro país, repasando sus grandes clásicos y demostrando la permanencia de su música ante un Obras repleto.

El grunge, género ecléctico si los hay, se caracterizó por presentar, además de geniales bandas, frontmen destacadísimos, verdaderos íconos del rock de los años 90. Entre otros, podemos nombrar rápidamente a Kurt Cobain, Layne Staley, Chris Cornell, y, por supuesto, Scott Weiland, la voz e imagen de Stone Temple Pilots. Es imposible no comenzar haciendo referencia a tamaña figura a la hora de adentrarnos en la actualidad de la banda que supo liderar. Los Pilots se acomodaron bajo la presencia de un nuevo cantante, Jeff Gutt, con el que cuentan con ocho años de trabajo conjunto y dos discos editados. El trío original restante (los hermanos Robert y Dean DeLeo, en bajo y guitarra, y el baterista Eric Kretz), mantienen encendida la llama musical como en sus épocas más exitosas.

Luego de la presentación de Kill Flora, los invitados nacionales, y ante un estadio Obras que ya lucía lleno, los Stone Temple Pilots salieron a escena, un par de minutos antes del horario pautado. Con la pesada “Unglued”, dispuestos a arremeter de entrada, siendo enganchado con el gran clásico “Wicked Garden”, que tuvo a todos los asistentes coreando la melodía de sus riffs, incluso una vez finalizado el tema. Hablando de clásicos, “Vasoline” y “Big Bang Baby” hicieron de las suyas, poniendo a todo el campo a saltar, antes de “Down”, tema que tuvo a Jeff Gutt surfeando entre la marea de fans que lo sostenían en las primeras filas. El cantante cumple con todos los requisitos para hacerse cargo del micrófono de los Pilots, desde su elogiable registro, ideal para las canciones del grupo, hasta su performance escénica, de clara reminiscencia a Weiland, su presencia está en total sintonía con el lugar que ocupa.
Robert DeLeo oficia de portavoz en más de un momento, con algunas palabras en español incluso, destacando la gran recepción del público para con la banda, ya que el evento estuvo agotado, y presentando a su hermano Dean para una zapada blusera que desembocó en “Big Empty”, el momento más relajado de un recital caracterizado por la adrenalina rockera. Stone Temple Pilots supo irrumpir con fuerza en la escena del rock alternativo de los años 90, saliendo a patear el tablero desde sus inicios con discos clave de la década, como “Core” o “Purple”, y de allí se desprendieron sus más grandes clásicos, los cuales fueron presentados en el recital en una seguidilla incendiaria que permitió apreciar, uno tras otro, temas como “Plush”, “Interstate Love Song” o “Crackerman”, todos hitazos de altísima rotación.

La banda también se permitió regalarle un obsequio a los fans en esta gira, con la inclusión de “Kitchenware & Candybars”, una gema perdida de su catálogo, como comienzo de los bises. Luego de “Piece of Pie”, llegaría el gran y anunciado final con el himno de la banda, “Sex Type Thing”. El pesado riff y la enérgica vibra melódica, entonada a la perfección por Gutt, comenzaban a ponerle el sello a la noche. El cantante, vestido ahora con la camiseta de la selección argentina, se zambulló al público nuevamente, a modo de despedida, para cerrar la noche en el “Templo del Rock” con una ofrenda digna a los dioses del género, esos que cuentan con un Stone Temple Pilots entre sus filas, y cuyo legado se encuentra perfectamente custodiado.