Crónica: Max Garcia Luna / Fotos: Santiago Sacristan

Tras una década desde su última visita, la banda estadounidense descargó su energía ensordecedora ante 44 mil fanáticos que coparon el Estadio Vélez.

Un crisol de edades y recuerdos se congregó anoche bajo el cielo porteño. Desde aquellos que vibraron con la irrupción de System of a Down en los noventa a través de la pantalla de MTV, hasta jóvenes que descubrieron su furia sónica en plataformas digitales, todos fueron partícipes de un ritual que trascendió generaciones.

Esa conexión multigeneracional no es casual. Formado en Los Ángeles, el grupo entregó desde su explosivo debut homónimo en 1998 una banda sonora para la revolución personal, política, musical y espiritual de miles. Ese legado, forjado en álbumes multiplatino y shows con entradas agotadas alrededor del mundo (como lo demuestran sus más de 23.4 millones de oyentes mensuales en Spotify), se palpó anoche frente al público argentino, uniendo a quienes crecieron con sus primeros himnos y a las nuevas generaciones sedientas de su visceralidad.

La jornada comenzó temprano mientras el estadio empezaba a poblarse. La elección de Mujer Cebra como banda soporte resultó, para muchos, una propuesta estilísticamente distante del plato principal. Sin embargo, el ambiente se revitalizó con la presentación de los brasileños Ego Kill Talent, quienes ofrecieron un show contundente y lleno de energía, preparando el terreno para lo que vendría. Finalmente, la impaciencia llegó a su punto álgido cuando, puntualmente a las 21 hs, System of a Down se apoderó del escenario con la atmosférica “Arto”, seguida por el golpe directo de “Attack”, desatando la euforia que acompañaría las 34 canciones de su extenso y ecléctico setlist.

Clásicos imborrables como “Chop Suey!” y “Toxicity” hicieron temblar el Amalfitani, con un público entregado en cuerpo y alma. Pero la banda también se permitió rescatar rarezas como “Marmalade” y “Streamline”, generando sorpresa y deleite entre los seguidores más acérrimos. La noche tuvo su inesperado interludio cuando Daron Malakian se apropió del escenario para ofrecer una personalísima versión de “Careless Whisper” de George Michael. La emoción se intensificó con la poderosa “Soldier Side”, dedicada a las víctimas de conflictos armados, especialmente a los caídos en Artsaj, un momento que precedió al estallido de energía de “B.Y.O.B.”, que convirtió el campo en un pogo masivo. La emotividad regresó con “Lonely Day”, iluminando el estadio con miles de celulares encendidos, creando un mar de luces que acompañó la interpretación. Como broche de oro a casi dos horas de show, la adrenalina de “Sugar” selló la tercera visita de la banda al país, regalando una de las experiencias más potentes y vibrantes que se hayan vivido en mucho tiempo.